De pronto, una extraña semilla

De pronto, una extraña semilla entra volando por la puerta o nos la tropezamos en medio de un paseo que en nada parecía diferenciarse del anterior. Se estremece cuando intento tocarla y el viento la eleva... No puedo apresarla. Tampoco quiero. La brujita, como decía en mi infancia (ahora sé que es el vilano, pero eso qué importa), es el símbolo de la libertad. Vuela y se posa, aparentemente sin un destino determinado. Pero cuánto sabe el vilano de sí mismo y qué poco parecemos saber las mujeres de nosotras mismas. ¿Todavía nos sigue pudiendo tanto la tradición? ¿Qué hace que no nos valoremos? ¿Cuál es ese "problema que no tiene nombre" al que hacía referencia Betty Friedan y que aún no somos capaces de definir?

Poco más allá de los 40, aún me despierto cada mañana al borde de la melancolía. Y digo aún porque me recuerdo como una niña aventurera, audaz hasta donde las palabras de otros me dejaban, que creía en la magia como aquello que hace todo posible. No viví una infancia desgraciada, pero sí extraña (¡y quién no!), que luego se encargaron de romper, a base de normas, prohibiciones, sutiles prácticas... Y yo, como una esponja, lo recibí todo, me lo tomé todo a pecho, porque siempre he creído en la honestidad de las personas y en la verdad que algunas palabras encierran. 

Pero un día descubrí que no todo era cierto, que la realidad no es una, que gran parte de los mensajes son mentira. Y entonces, cuando te das cuenta de que has caído en la trampa, despierta tu niña (o tu niño) interior, y se rebela, grita, corre, se desespera y todo tu mundo tiembla alrededor porque durante todo este tiempo han secuestrado lo que eras para no ser más que una versión deformada de ti. Es en ese momento cuando el nudo que te ha amordazado el alma o como quieras llamar a eso que sabes que eres tú (sin máscara) se desvanece, se esfuma, y es cuando de pronto una semilla aparece volando y tú sabes que no es eso, que no es semilla, sino brujita, árbol, pelota, caballito que se balancea allí donde los dejaste para seguir jugando.