Encuentros poderosos

 Creo absolutamente en la inexistencia de la casualidad. Ningún encuentro es fortuito. En cada momento de nuestras vidas, tomamos decisiones que nos mantienen en el camino, o que nos obligan a perderlo. Todo parece someterse a un control, pero siempre hay algo que se nos escapa: el llanto de un niño en mitad de un concierto, el gato que salta en medio de una declaración de amor, la lluvia que ha mojado los zapatos justo antes de entrar corriendo a clase... La vida es pura actividad, crecimiento perpetuo, toma de perspectiva desde el vagón interior de nuestras emociones, un ingreso directo a la región más transparente de nuestro cuerpo, a la más invisible de nuestra ánima. Es por esto que no puede ser tranquila, ni se permite detenerse mucho en un lugar. Mi yo más profundo parte de la base del crecimiento constante, de la aventura como forma ineludible de introducirme en la vida por cualquiera de sus vericuetos. 
Desde niña siempre he querido ser escritora, especialmente por la aventura y la apertura a mundos imaginarios que la literatura me permitía... La lectura era fácil de realizar, y la escritura también (especialmente en aquellos domingos lluviosos en los que mi amiga Cristina y yo jugàbamos a ser periodistas debajo de una camilla que había en el despacho de mi casa), pero pronto (o tal vez tarde) me di cuenta de me faltaban compañeros y compañeras de aventuras, capaces de ponerlas en práctica. En algún momento fui consciente de que esto sería lo màs difícil, y no porque el grupo de escritores o escritoras aventureras sea poco numeroso, sino porque nuestra dispersión por el mundo a veces nos pone en contacto en los lugares menos esperados y en las etapas de la vida màs insospechados...
De la vida podría decirse que está desajustada, pero en el fondo sabemos que es puro desequilibrio, máxima incertidumbre; desequilibrio e incertidumbre en medio de los cuales surgen encuentros que de pronto se vuelven indispensables, y que no por casualidad se han cruzado nuestros caminos, a veces simplemente para andar hasta el pueblo más cercano, y otras, en un recorrido de más largo alcance. 
En este lugar, en ese preciso instante en el que tiempo y espacio vienen a unirse es en el que me he encontrado estos días al conocer a la estupenda escritora Pilar Adón. Y quien la escuche, quien la lea, podrá no sólo valorar su obra sino percibir si ese mundo del encierro, esa casa sola en la que está la mujer encerrada no ha sido en algún momento de nuestras vidas esa cárcel de auto protección y castigo, de confort superficial pero persistente, si acaso incluso preexistente, que nos inmoviliza.
Por fortuna, el encuentro con Pilar, lejos de paralizarme, me lanzó un cabo, un mensaje en una botella, y yo, que iba huyendo de la crueldad me vi de pronto representándola en mi mente, reconstruyendo fragmentos del pasado como para intentar entender esas relaciones hasta ahora invisibles. Me vi sentada en el interior de sus libros como uno de sus personajes, sin apenas haberla leído. Comprendía su mundo y sus intenciones, sus anhelos, y de pronto descubrí la serie de maravillosas "casualidades" para que yo estuviera el martes pasado, 31 de mayo, en la Librería de Mujeres. Como en el libro de Kundera, hay varias "casualidades": que me enterase por la propia Izaskun de las fechas de la feria del libro, que una amiga me enviase una invitación para una presentación de un libro en la misma feria, el sábado por la mañana, que no pudiéramos sacar los billetes para Gran Canaria para irnos ese sábado y que tuviéramos que cambiar de planes, que fuéramos a la feria del libro el sábado por la tarde, que en el programa de la misma viera la presencia de Las efímeras de Pilar Adón, y que finalmente Izaskun me informara de que iba a estar el martes en la librería. 
Este es el trazado de mis "casualidades". Si Pilar pusiera las suyas, podríamos tener un panorama más amplio. Pero de momento lo que más prima el encuentro en sí, y la posibilidad de seguir caminando juntas. ¡Muchas gracias, Pilar!

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