Alrededor de la alegría
Como la tristeza, la alegría es inasible. O al menos así lo parece. Anda por ahí, y de pronto la sentimos sin más, ante aquello que nos parecía insignificante. De la mano van, pero el recuerdo de una lo hacemos permanecer más que el de la otra. ¿Por qué el sufrimiento nos sale tan caro y sin embargo no queremos que nadie nos lo arrebate? ¿Quizás porque es lo más nuestro que tenemos, lo que más se nos aproxima? Claro, como nadie más lo ha sufrido... qué ilusión más absurda. En cambio, la alegría, con su volatilidad y su entusiasmo, se nos presenta como tan vulgarmente indiferenciada. Ya lo dijo Tolstoi en su Ana Karenina, pero no porque sea el comienzo de una estupenda novela la vamos a establecer como orientación vital... ¿Y por qué no hacernos cada día con una frase que nos acerque más a regodearnos en el entusiasmo y menos en el dolor?
En mis momentos más bajos, elijo siempre un artículo o un poema de Ray Bradbury, de su magnífico Zen en el arte de escribir. Se trata de frases e ideas que conectan con lo más hondo de mí, y por eso me ayudan a levantarme, a estar en pie. En otras ocasiones, escribo como si fuera para otras mujeres, para mis hermanas, por ejemplo, y también para mí misma, en vez de quedarme sentada, como esperando a que ocurra algo que me salve. (De nuevo el mito del amor romántico o como queramos llamarlo). Me pregunto si de verdad estoy esperando qué y hasta cuándo... Y en lugar de seguir la carrera de estatua me quito el polvo y las costras de piedra, me levanto del entumecimiento y decido seguir las huellas que otras han dejado, proponerme no dejar en blanco los muchos papeles que quedaron sin escribir, responderle a la vida con una gran sonrisa y recordar las palabras de Bradbury (en versión femenina):
"No seas otra. Sé lo que Yo te rubriqué en la sangre.
Puse en tu carne un enjambre de ti. Búscalo.
Y al encontrarlo, sé lo que no puede ser ninguna otra.
Te dejo dones del Destino más oculto; no busques uno ajeno,
pues entonces no habrá tumba en donde quepa tu aflicción
ni distancia suficiente para ocultar tu pérdida. […]
No hay parte tuya que no cobije, mantenga y esconda
lo que serás si la fe dura.
Eres lo que haces. Para eso te di la luz.
Acata. Sé solo aquello que es francamente tú mismo
en esta Tierra".
(Del poema: "Soy lo que hago - por eso estoy aquí")
Feliz día
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