HASTA SIEMPRE, GALEANO, EL FUEGUITO
No me gustaría que este blog se convirtiese en un diario de despedidas, pero hoy no podría irme a dormir, a cenar, a hacer ninguna de esas tareas que siempre tenemos previstas, sin escribir algo sobre él, porque hay muchos, muchísimos nombres que nos importan (conocidos o no), y para los que parece que casi nunca tenemos tiempo. Y tal vez no se me ocurra nada original que decir, al fin y al cabo, ¿quién quiere ser original al hablar de la muerte? Algo sucede dentro, como si todo se calmase, por una certidumbre tan oscura... ¿pero quién desea conseguir tal certeza? Inquietarse es estar vivo, pero no para esperar el fin, sino para demostrar que es posible el Carpe Diem.
Mientras escribo esto, recuerdo la primera vez que lo vi, al final de un acto en el que había participado, en Montevideo. Charlaba tranquilamente con algunas personas, en el hall del teatro. Tal acto de naturalidad, de aproximación, aquí, en este lugar que llamamos Europa-Occidente, nunca hubiera podido darse. Se notaba que para él la gente, el ser humano, era imprescindible. Como también lo fue él.

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