YO ACUSO (otra vez en defensa de la cultura)

YO ACUSO
(otra vez en defensa de la cultura)

Decía la magnífica y lamentablemente poco conocida escritora Clarice Lispector que lo último que puede hacer una persona es desistir de sí misma. Desistir es quedarse en el camino, mirando mientras la vida le pasa a uno por delante, o rumiando pensamientos oscuros en una nave de locos que, en un descuido, alguien deja a merced de las mareas. Eso es desistir —o desvivir, si así lo vemos más claro— y sobre eso, en Canarias sabemos mucho.
Nuestra historia —grande o pequeña, individual o colectiva— se compone, salvo honrosas excepciones, de no pocos desistimientos: desde que nos convirtieron en criollos, cualquier empresa que nuestros antepasados acometieran, terminaba sesgada, de un modo o de otro, por este terrible hábito. Instalados desde muy pronto en la cultura de la queja, hemos vivido “esperando”, sin arriesgar apenas nada, viendo cómo nuestra vida se nos escapa de las manos, y con ella un sinfín de oportunidades de cambiar todo aquello que, a lo largo de los siglos, nos ha importunado.
Esta curiosa costumbre moral —porque, finalmente, se convierte en una postura que marca buena parte de nuestros procesos vitales— arroja al ser humano a un callejón sin salida, a una sucesión de círculos viciosos, que inexplicablemente se van entrelazando como si de un laberinto se tratase. De esta imagen metafórica se desprende la idea fatalista de que nada se puede hacer porque no se puede hacer nada, porque ya está todo hecho de antemano. Y ante tal silogismo derrotista, lo único que cabe es desistir. Desistir ante las graves consecuencias que la crisis —no sólo económica, sino también educativa e incluso filosófico-moral— está produciendo en nuestra cultura. Desistir ante la indiferencia de las instituciones públicas y de determinadas empresas privadas, que poco han apoyado o incentivado la producción artística en Canarias, siendo ésta casi siempre un reducto de unos pocos. Desistir, al fin, ante una idea de la cultura impuesta por los mercados, que la convierte continuamente en ocio, en réplica de lo ya instaurado, en lugar de búsqueda constante de nuevos modos de alimentar el espíritu y de dar respuesta a las grandes preguntas de la vida.
Es probable que sigamos pensando que no tenemos nada que ganar. Pero tampoco tenemos mucho que perder. La oportunidad siempre la hemos tenido, solo tenemos que aprovecharla. ¿Dejaremos nuevamente que la historia se imponga, o intentaremos, al menos, la osadía de emprender la verdadera conquista de lo que otros nos han arrebatado? ¿Acaso no tenemos las herramientas suficientemente dispuestas? El camino es largo, y está lleno de monstruos, pero también de hermosos remansos repletos de todo lo que podamos imaginar. Porque, desde el momento en que nos decidamos, todo dependerá de nosotros. Y dejaremos de desistir, aceptando la vida y la creación como lo que es: un continuo riesgo. Un riesgo que además debemos asumir juntos.
Por todo ello, lanzo una llamada liberadora a mis compañeras y compañeros creadores de todos los ámbitos artísticos del Archipiélago, al público que tantas veces nos acompaña, y a quienes de una manera o de otra participan en la vida cultural para que ésta sea posible —anteponiendo los criterios artísticos a los económicos— a que se sumen a esta aventura, diciendo “yo también acuso”.
-Yo acuso a las instituciones públicas canarias, y en concreto a la Consejería de Educación, de no poseer un verdadero objetivo cultural para nuestros niños, niñas y jóvenes, fomentando el analfabetismo funcional y la falta de sensibilidad artística y cultural, especialmente hacia lo producido en las islas.
-Yo acuso a las instituciones públicas y a las empresas privadas de Canarias de no fomentar suficientemente el desarrollo cultural y creativo en las islas, apoyando el aprendizaje, la formación, variedad y difusión de creadores de todas las áreas, así como de un público capaz de elegir y disfrutar de todo ello.
-Yo acuso a las instituciones públicas y a las empresas privadas canarias de difundir una imagen negativa de la cultura popular de las islas, potenciando un folclore regionalista y repetitivo, creado desde el poder, desde postulados que muy poco tienen que ver con las auténticas raíces folclóricas surgidas del pueblo.
-Yo acuso a las instituciones públicas de convertir los actos y fiestas populares en una repetición enquistada, en donde se mezclan las romerías, el vino y el bocadillo de chorizo con una parodia del campesinado canario, y donde por “cultura” se sigue entendiendo “gala de elección de la reina o de la romera mayor”.
-Yo acuso a las instituciones públicas de derrochar nuestro dinero en infraestructuras infrautilizadas. Les acuso de tener como único objetivo la construcción o restauración de numerosos centros culturales o cívicos, bibliotecas, auditorios, salas, teatros, etc., sin pretender darles un uso continuado ni permitir que los propios ciudadanos accedan adecuadamente a los mismos.
-Yo acuso a las instituciones públicas y empresas privadas de no realizar una programación cultural fija, en todos estos centros y en todos los pueblos de las islas, que permita a los ciudadanos desarrollarse como personas libres, así como fomentar su creatividad y su espíritu crítico.
-Yo acuso, también, a las instituciones públicas y empresas privadas, de no apreciar ni difundir suficientemente la producción artística canaria, tanto dentro como fuera de las islas. Les acuso de creer que la cultura es exclusivamente ocio, que sólo necesita fondos económicos para desarrollarse.
-Yo acuso, también, a las instituciones públicas canarias y a sus gobernantes, de utilizar en ocasiones a la cultura como pretexto o como estandarte para dar una imagen interesada de la realidad, atendiendo a sus intereses políticos o económicos.
-Finalmente, acuso a las instituciones públicas y empresas privadas de Canarias de mantener una red de clientelismo que no ha permitido el libre desarrollo de la cultura, que tantas veces tiene que sobrevivir tras la fachada de un discurso vacío pero bien estructurado, hecho para vender desde el poder una imagen errónea de los políticos que —salvo muy pocas excepciones— no poseen las herramientas suficientes para valorar, apreciar, promocionar, desarrollar, fomentar o crear cultura en nuestras islas.

Canarias, a 2 de noviembre de 2011

Comentarios

  1. Es un placer leerte Maiki, escribas poesía o prosa, porque consigues trasmitir sin perder un ápice de belleza. Un listón alto, altísimo que dejo a un lado para poder aportar mis impresiones.

    Comentas lo siguiente: "Decía la magnífica y lamentablemente poco conocida escritora Clarice Lispector que lo último que puede hacer una persona es desistir de sí misma." Y yo me pregunto: ¿No es terriblemente frecuente este "desistir de uno mismo"? Miro a mi alrededor y sólo observo autómatas: en la manera de vestir, de divertirse o incluso de amar. Si necesitamos clichés para ser, ¿cómo va a aflorar la sensibilidad que intuyo todo humano debe albergar en su interior? Estoy de acuerdo contigo en que hay que defender y promover la cultura pero, ¿qué queda sin la sensibilidad, no sólo de quien expresa sino también de quien busca y necesita?

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